¡Última llamada! Everybody on board!
Era una gran playa de estacionamiento donde enormes autos alados se reunían a manchar todo. Humo, aceite y ruido. Negro alrededor.
Un enorme cartel holográfico gritaba “Fuerza Aérea Maradona - A su servicio.”
La gente bailaba frenéticamente una especie de música electrónica tan agresiva que los hacía parecer animales enrabiados.
Las frases en ingles, los monitores por doquier. Esos nicknames, sublimes declaraciones de amor y odio, eran el idioma del momento.
Las chicas no sabían hablar de más, los chicos no se podían pelear. Tan estático era ese lugar de tránsito. El amor se limitaba a un símbolo, el odio a un bloqueo; la famosa comunicación había resumido todo.
Ya nadie miraba hacia donde no tenía que ir. El mundo era esa recta iluminada, increíblemente rápida.
Quise salir de ese aeropuerto, llegar a un lugar distinto, algo verde… Subir al último piso, y mirar alrededor. Tremenda desilusión y asfixia sentí.
El mundo era millones de aeropuertos, perfectamente ordenados en cuadricula. Hacia todos los horizontes, era lo mismo. Creí llorar, el ruido no me dejaba respirar.
Ya nadie tenía un hogar. La gente vivía viajando de playa en playa, sacándose fotos en paisajes virtuales, siempre rápido. Pues siempre hay algún lugar nuevo para visitar.
¿Y el mar? ¿Y el mar en primavera?
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