miércoles, 1 de julio de 2015

#215

Era de aquí. Tenía los ojos largos el ciego. Tocia de a estornudos, tenía los labios secos por el frío y le gustaba la sal.
Estatuas en la sal de su niñez, del todopoderoso sueño de tenerlo todo.
Del cristal de su gusto musical, aún inmaduro.
Veía en la ciudad algo más que el frío, sabía que lo iba a enloquecer.
Quería tener un gato y siempre algo para tomar.
Quería también poder escribir bien en las impares.
Quería tener los libros por la mitad.
No le importaba tanto el gato.
Podía ver en los colores algo más que sus nombres. Era un ciego porfiado. Demonio sediento, perdidamente enamorado del viento.
Vivía en el sur, sus ojos largos también. Creía en el mar de los pobres, en la repisa de pueblos blancos que adornaba la Tierra.
Sentía aquella completitud formada por sus sentidos, en aquel particular momento y sabía que eso era vivir.
No le niego mi ignorancia - Replicó cuando le entrevistaron sus sueños aquellos zorros plateados.
Los ojos verdes vidriados y felinos, los métodos de tortura modernos. La devaluación del ¿Y qué?.