lunes, 19 de enero de 2015

#199

Cómo te dibuja mi mente falda hermosa de mi sierra, mientras me alejo amansando el presente, dando luz a recuerdos. Con la mirada quieta ante el harto desierto de noches menguantes y cemento creciente que anuncia Febrero.
Pronta estación de violines eléctricos, descarrilados sentidos de tempestad y temple.

¿Qué habrá sido de la gente?
 ¿Cuántas almas necesitó la casualidad para esconderte?
 ¿Dónde estábamos cuando te encontré?
 ¿Y cómo fue que resumiste tu pueblo en un laberinto de mesas, pliegos y sueños?

De reojo me apuraste el trago, no había coraje suficiente.

Dicen aquellos, que saben responder los porqués, que hubo un séptimo día y fue de calma... Yo supongo que algo tuviste que ver, se necesitan todas las creencias del mundo para justificar que tu carne es tangible espejismo de todo aquello declarado perfecto. Y tus labios, doy testimonio de esos labios que nunca necesitaron artilugios del rubí para provocar la más espesa e interminable sed que los hombres iban a conocer.

Así era aquel pueblo donde si la suerte lo quería no había río, valle, sierra o Vía Láctea suficiente.