La impúdica cintura de mi vida, como parodia de algún cuento cliché de abandonos muy eternos y algún que otro cielo que se cae, me presenta cual arraigado del pasado, un porvenir con piedras.
Mi mesa de luz vuelve a ser bastión de medianoche contra las caídas del insomnio y sus delirios vertiginosos, con sus pastillas para resfriados de ocasión y papeles tan inútiles como imposibles de tirar. Con mi derecha apoyada en su respaldo veía en una esquina a mi otra compañera. Una caja de metal que bien sabe dar silencio, necesario para cortar los brotes de un abandono olvidado y una ausencia mal curada.
Todo es sobre la identidad, supo decir el caminante. Muy entreverado en sus demonios y placeres laberínticos. Todo vuelve y hay que saber buscar una respuesta en alguna fuente de certeza… Si es posible, hay que saber.
La existencia y todas sus razones terminan con la muerte: Un silencio.