jueves, 27 de junio de 2013

#131

Hombre: ¿Sabés que? El otro día pensaba en lo lindo que te queda ese corte.
Mujer: Pero me corté el pelo hoy.
Hombre: ¿Y qué tiene?
Mujer: Que no podés decir eso porque me corté el pelo hoy.
Hombre: No te estoy entendiendo.

#130

¿Sabés que a veces cuando me pongo triste, pienso en la Luna? Y siento un aire sobre la cien que substancia toda mi existencia, me vuelvo una puerta entreabierta que no me deja ver pero me da su paz.

Aquí está mi creación, está en ustedes darle vida o no.

lunes, 10 de junio de 2013

#125 (Cientoveinticinco)

Día uno


Me habían contratado, por eso iba. El lugar inhóspito, el caso irrelevante: Un par de caballos muertos. La razón: Una buena paga. Por eso iba. 


Era una villa que claramente se había accidentado con el tiempo hacía ya mucho más de lo que sus habitantes eran capaces de percatar, aún así sabía presentarse: El camino no era casualidad, nada lo es. Los pequeños hogares sostenían un paisaje cansado, falto de color, aburrido de sí mismo. Sentí curiosidad cuando noté que todas las casas estaban dispuestas hacia la colina, dandole la espalda al despertar del Sol.


Busco mi musa en el perfume de lo nuevo, en los espacios que va dejando mi pluma.
Busco mis alas tal y como busco ser las de la musa.

Un acantilado violentaba aquella colina, le daba su propio golpe de existencialismo barato. Sobre la misma estaba mi destino, una gran mansión donde los arrendatarios de turno deshacían sus vidas cual si fueran nudos bastardos. Sublimado por las miradas crucé la plaza, por alguna extraña razón el cochero no se atrevió a llevarme, la gente parecía observarme con un apetito voraz, la curiosidad era violenta. 
"Son vampiros" - Pensé. "Si existieran lo serían... ¿Y qué se necesita para existir?"

Si ésta fuera mi película tendría escenas enteras con aquella canción.


Ella me esperaba, percudida como todos allí pero sosteniendo a puño cerrado y cara de perro una altura de apellidos ya perdidos en épocas de no recordar. Nunca supe si era la dama de llaves o la mismísima dueña de aquella ruina flotante, nunca me moleste por preguntarle, tampoco pude inferirlo, no me importó. Era la que me pagaba, eso sí lo sabía. ¿Cómo era? Por supuesto, cómo olvidar. Sus cabellos eran cenizas castañas de prolijo corte y acostumbrada pose, inmutable hasta en la mayor de las intimidades supuse. Había habido amor en su figura, su vestido largo y negro de puntas grises me lo recordaba, era el ocaso interminable de una primavera del pasado. Me superaba en estatura, aquellos ojos verdes y avejentados observaban aún desde más arriba de lo que se le permitía. Claramente sabía ganarse mi respeto.


¿Habrán sido verdes?

"Lady Bell, encantada señor..." - Dijo.
"Sil Vitas, encantado." - Respondí torpemente y estreché su mano con crudeza. Inventé mi nombre, ella lo sabía, al menos sus ojos lo sabían. Lady era suficiente para mi locura.
"Supongo que el carrero no quiso traerlo hasta aquí arriba. Este pueblo cada vez se vuelve mas supersticioso" - Musito con fastidio.
"El aire vino bien y fue provechoso para conocer los alrededores." - Mentí sonriendo a media asta. Ella lo sabía, siempre lo supo.
"Bien... Aquí el señor Topple se encargará de su equipaje y le acomodara en el cuarto de huéspedes." - Finalizó y dando media vuelta sobre sus pasos dio lugar al señor Topple.

Aquel hombre era fastidiosamente lento, aún siendo joven llevaba consigo un alma vieja. En el camino conversó sobre deportes y mujeres y de como nunca había abandonado sus tareas para conocer la gran ciudad. Lo ignoraba con respuestas vacías y me preguntaba qué sería de aquellos infiernos si perdieran el encanto de lo desconocido. Me despertaba curiosidad la profundidad con la que registraba todo lo que hacía, pensé en la posibilidad de que estuviera fingiendo, imagine múltiples estratagemas maquiavelicos. Supe silenciar el zumbido de mi mente enfocándome en su apariencia: Calvo, barba a medio afeitar, ligeras irritaciones en su rostro, manos enormes y encalladas, de gran contextura física aunque falto de altura, gozaba de buena salud. Me había criado rodeado de toda clase de médicos y aunque no había seguido el mandato familiar pude desarrollar una especie de sexto sentido cuando se trataba de la salud de los demás, básicamente sabía si alguien estaba por palmarla... En fin, este señor no. Todo apuntaba a que había salido apresurado a recibirme, estaba sorprendido de mi llegada. Vaya a saber uno por qué. 

¿Qué sería del infierno si viviéramos todos en él?

Pasé el resto de la tarde acomodando mis pertenencias en el cuarto de huéspedes situado en el segundo piso de aquella extraña mansión. Agotado por el viaje me senté en el borde de la cama y vi aquel cuadro: Su protagonista era un hombre adulto vestido con un sobretodo marrón, era de noche y él observaba el mar desde la playa, la luz del faro abría de cegarlo ya que apuntaba directamente hacia él, en el horizonte miles de franjas con distintos todos de grises, la leyenda decía 'Colores'. Sentí un ligero escalofrío, seguido por un adrenalínico impulso por levantarme, luego una bocanada de aire me volvió a sentar. 
Recordé algo, era tan sólo un niño cuando lo sentí por primera vez, eran puñetazos de aire cuando trataba de dormir, eran fantasmas que con los años había aprendido a ignorar. Hacía muchos años que no me pasaba, naturalmente decidí ignorar. La habitación poseía un enorme ventanal que daba al este, hacía la villa. Busqué tranquilidad en el paisaje, la vista era privilegiada, las pequeñas luces de las casas eran extrañamente plateadas en la distancia. "Colores... Hay algo que falta ahí." - Pensé. "Este cuadro no me va a dejar dormir en paz."

Otra vez ese sueño. La situación era la misma. Verán mis sueños eran cartas sin remitente ni destino, trozos de papel ilegibles envueltos en impredecibles movimientos cuyo significado buscaba en la forma de guantes fantasmas que trataban de estrecharse unos a otros en un eterno baile de movimientos opuestos. Eran conjeturas aleatorias que de a momentos parecían fragmentos de una historia que iba recolectando progresivamente, sueño a sueño, en un mar de relojes de arena. El truco estaba en que al despertar iba a olvidar todo, aquella obra maestra de mi mente se daba entre las curvaturas de aquellos telones que desplazaba mi vida en cada descanso. Así fue que mis sueños fueron forjando un alter ego en cuya conciencia advertía no saber algo, sobre vaya a saber qué pero de suma importancia.

Recordando iba a volver para advertirme.


Día dos


Dormi vestido... Era tarde ya, en estos poblados todo ocurría temprano y prácticamente había perdido toda la mañana. Rápidamente noté que habían entrado en la habitación ya que a un costado de la puerta figuraba un carrito de desayuno demasiado elaborado: Frutas frescas, vajillas de porcelana y un curioso brazero sobre el cual reposaba una pava que mantenía a temperatura algo que olía como el café. Mientras desayunaba se me ocurrió un incendio, un escape cinematográfico y suicida desde aquel segundo piso. Irrealidades otra vez... "Al menos siempre tienen un final feliz." - Murmuré al salir justo cuando un empleado pasó. Ya era tarde hasta para eso, seguramente pensó que estaba loco. ¿Qué cuerdo hablaría sólo sino?

Chico Melo había venido del Brasil. Todavía, y presuntamente para siempre, con el fantasma de sus padres a cuestas, recuerdo como aquello parecía tristemente llevarlo tomado de la mano por la vida, como si fuera un niño en una feria cualquiera. Salvo que no había feria sino los férreos muelles de Antonia. Según lo indivisible de las lenguas ajenas aquel joven lo había perdido todo por un volcán, la ira de un tal Dios y el mal azar de una Quiniela que no le quiso cambiar su destino a tiempo. Lo conocí esa tarde y supe que tenía sus recursos, la capacidad justa de la discreción inquisidora que necesitaba. Un informante que le cobraba a la vida más esperanza que dinero para seguir.

sábado, 8 de junio de 2013

#129

Pardon my french.

Why is it that we are so afraid of endings? Is it our own mortal nature?
Is it the feeling of having wasted our time? But, actually, don't you find yourself with little time left now?
Think about It, there's no time to waste! We are nothing but our present presence, and as such It is already gone.
I tend to believe that our life is a deep reflection of our own breath, witnessing itself dying and being reborn at every moment.
And as this writing goes nowhere, it remains forever.

Con cada bocanada de aire, un pasado nuevo.

domingo, 2 de junio de 2013

#128

Todavía no recupere la mirada, se que te acordás de aquel bar y de mi mirada perdida. Sabes por ahí  pasa que alguien me la devuelve, nunca se quien es, siempre pasa de largo y en el instante del regalo me olvido de todo, no necesito preguntar. Nunca puedo saber quien es.
¿Quien te suelta de vuelta nene?
Pasa que necesito un... No, espera lo que pasa es que quiero viajar en auto por una noche de invierno, quiero poder prender un pucho y abrir la ventana sin sentir ni el frío ni el viento volandome la ceniza y el pelo. Mentira, quiero sentir el viento pero no me toques la ceniza.
Estar en equilibrio con las cosas que voy haciendo, creo que de eso se trata. Si, capaz que sale todo bien, se va dando que se yo. A veces pasa que también fallan las ganas sin razón alguna.
Tranquilamente te la podes pasar todo un verano leyendo la misma revista de electrodomésticos cuando vayas al baño y siempre te vas a olvidar los precios al tirar la cadena.
No hay objetivo, no hay compás que guíe, tan sólo helicópteros tarados y perpetuos escupiendo ruido. Nada suena como los helicópteros, claramente.
Y olvidate de tomar un colectivo, no son colectivos.
A veces pasa que estas vos, tus auriculares y el universo.