domingo, 24 de mayo de 2015

#212

Algunos estamos destinados a morir.
Sin la sal, sin el convento.
Despojados del show de las mentes taladro y su aburrimiento.

Alguno estamos destinados a vivir.
De la música y del Sol.
De las quemaduras, de las manos y narices frías.

Esta práctica surrealista despoja todo aquello por debajo de tu alfombra, en su paso además procura no correrte de lugar los muebles.
Todos salvo aquellos de más allá quieren que seas feliz.

Los conjuros del mundano, la soberbia del amanecer.
La leña y el fuego.
Lo fácil, lo conveniente, la corriente.

Seguila, ahogate, viví.

Lo difícil es discernir aquello salubre de lo que se quiere.
Lo costoso es cambiar la propia personalidad por una paz que no se merece.

Encontrar lo que querías y dejar de ser por mantenerlo.

La sal y el convento, el sabor de una boca sin hambre.
La música y el Sol, piel de la afonía.

jueves, 21 de mayo de 2015

#211

En el cielo la burla infinita del universo fecundo. La paradoja de las muertes que matan, el precipicio de mármol en los muebles. La frialdad de ese cuerpo pequeño y la sal de su sangre hecha lágrimas. La necesidad de vivir repitiendo morir en tu cuerpo. El reloj y la arena, los arrepentimientos. 
La rotación desparramada de un eje borracho, lo aleatorio del mar y tus besos.  Es mi vida, es mi cielo. 
El extraño y su duelo. El dolor en mi pecho. Construir lo que queda de tiempo, mi consuelo.

#210 - Sombras pt 3.

Los ritualistas arremetían contra la nocturna con expresiones de una vida febril, la gran brújula psicópata que guía el corazón de los hombres. El magnífico imán indivisible y su chiste negro.
Los bancos de la vieja plaza siempre hacia el horizonte del este: Una avenida y su plegaria a los mares de cemento, último testimonio de aquel milagro bíblico y su Moisés en el anonimato.

Otro más y ya van cinco, una espera de cinco.
Había tenido parientes lejanos con los contactos adecuados; había tenido éxito y cierta fama consecuente. En pocas palabras una reputación de hacedor y no de palabras.
Ya no se cruzaban de piernas las damas, salvo para ofrecer.
Ya había pasado el momento de ese que se ríe muy fuerte de todo, ya no causaba más gracia.
Verán este fue el problema de la generación del fin del mundo: Tantas herramientas, tantas posibilidades para hacer, tantas facilidades que nunca supimos que carajo queríamos y estaba mal querer porque si. La pasábamos tan rodeados de estímulos y proyectos que quedamos atrapados en ese tornadito purpura que nos lleva por el día sin hacer nada. El libre albedrío se había enamorado.

El dije al tipo que a las nueve, nuestras nueve. Debería aprovechar el tiempo, maltratar el hígado con algunas preguntas por aquí y por allá. La cantina debía de ser la mejor opción, ese nexo con todas las esquinas del lugar, una primitiva Internet que intentaba volver a las bases.
Ella había desaparecido con el despertar de su raza, el conocido nacimiento de la meta-humanidad. Ella era adicta a cambiar, soberbia en su aparente superficialidad se burlaba de los que habían nacido para no mirar más allá. Colorada, rubia y púrpura. Morocha, plateada y carmesí. Me tenía como un pobre perro queriendo olfatear el color de su pelo.
Aún así pude recolectar alguna información: Un mirador de su predilección en esta ciudad esquiva y un hobby oculto como escritora amateur.

¡Qué cliché! Una búsqueda del tesoro. ¿El tesoro? Una poetisa maldita.
Necesitaba adquirir algún texto de su puño y letra.
Había demasiados locos por la pluma dejando sus pequeños agujeros de gusano por todos lados y el mirador no iba a ser la excepción.