miércoles, 18 de mayo de 2016

#225

Un hombre conoce una realidad, un hombre desconoce lo frágil de su realidad hasta que sueña dos sueños. Despierta en el medio porque sí y vuelve a soñar.

Un desierto, un pueblo colapsado al pasado.
Un tren, una vuelta, un hogar debajo de la arena.
Soñé dentro del sueño, una realización: La conexión astral entre mi tía y yo me advertía, eran muertos que parlan volviendo a predicar su propia muerte.
Así comenzó mi segundo día.
Volví al pueblo donde el polvo había dictado su último argumento y nadie supo contradecir aquello con lo que se crió. Había aprendido a ser un monje entre los demás y su amor por los cerdos, había colchones desgarrados de su piel, cubiertos en la mugre de una prisión de extrañas gentilezas. Eran lindos los cerditos y se les daba amor por lindos. Se los comía también.
Otra vuelta, el mismo tren. Un trance me hizo ver en un cielo de ojos cerrados, los cinco estadios de la Luna en perfecta alineación, dibujaban la curva que hace nuestro Sol cada vez que nace y cada vez que muere. Había dioses mayas sin nombre en mi sien.
Así comenzó mi tercer día.
Cuando decidí volver el agua cristalina inundo aquel pueblo y sólo quedaron las ruinas de su templo. Habían pasado incontables ciclos, lo que muchos iban de llamar tiempo.
En un segundo sumergido, al siguiente rescatado en un vehículo. Le contaba lo confuso de mis viajes a su Capitán.
Era un periodo de nostalgia e inundación en el mundo. Un cúmulo de consecuencias de civilizaciones ya perdidas para mí.
Así comenzó mi cuarto día.
Vivía en una fortaleza de hierros, había primos parientes, inundaciones sin fundamento y peligros de alta tensión latente. Era literal la electricidad, era literal su peligro.
Pude recordar las premoniciones y decidí escapar con prisa, había algo que resolver y me asfixiaba no saber qué. Es el divertimiento de los dioses encriptar las profecías, es la ignorancia de los hombres no poder evitarlas.
La ciudad se resumía en un barrio alejado y oscuro, me invadía el temor de no poder llegar al centro, me invadía la inseguridad, y aunque llevaba ropas viejas y era impermeable al cobre tenía temor de ser robado por algún anónimo. Recorrí las calles doblando en las esquinas por instinto, como si supiera lo que hacía.
Pero mi espiral de trascendencias no daba tregua...
Así comenzó mi quinto día.
Desperté en un mundo de neón, desperté durante la última gran guerra.
Eran seres superiores para el reino de los brutos, tenían suficientes garras y gritos para todas las armas del mundo. Los políticos de mi época se escondían cambiando sus rostros, eran espías en plena vista ahogados en un vaso definido por sus dueños.
Dos explosiones acompañaron las trompetas y todas nuestras almas apagaron el incendio.
El nacimiento de la nostalgia ocurrió.
Así comenzó mi sexto día.
Volvía a estar perdido en la ciudad, volvía a buscar desesperado el centro.
La gente trotaba en el barrio y me daba indicaciones sobre como llegar a destino. Eran las mismas calles que ya había recorrido, salvo que las casas estaban vacías y todas sus pertenencias desparramadas al público en un bazar sin moneda alguna.
Rescaté cosas que no necesitaba, cosas que no funcionaban.
Tuve una conversación extraña con un cazador de palomas.
Y así comenzó mi séptimo día.

#224

Soñé que iba a un camping sólo, era de noche y no tenía carpa. Había llevado para hacer asado, había mucho viento, estaba frente al mar y comenzaba a llover.

Encontré reparo bajo un gran árbol y comencé a hacer fuego, por debajo del árbol y por encima de la lluvia.

Era primavera, lo supe por el polen en el viento.