viernes, 27 de julio de 2018

#237

De chiquito soñaba con un Sol deprimente.
De tallos de cemento y brotes de neón.
Y mejor el silencio.

Un ciudad incompleta, distinta a la urbanidad espejada de fracasados y el toxico andar de unos autos cuadrados en una de los setenta. Que siempre era actual, que siempre fue hace 30 años.

En una terraza imaginaria, rodeada de edificios desnudos cuyas obras parecían nunca terminar, mas bien en aquel entonces no existía el pasar del tiempo. Rodeada también de edificios pasados por agua, con humedades en formas de continentes renegridos en el colectivo mental de los hijos del pavimento.

Yo creía en mi poder para vencer, heredado de los mil colores y pocos fotogramas de mis televisores fantasmas. Yo creía en un procedimiento, en ir venciendo y creciendo para ganarle al mas fuerte y encontrar en la divinidad un absoluto que me explique porqué es más interesante soñar que volver a casa.

En la imaginación estaba todo, un palacio mental muy sensible a la vergüenza y al sufrimiento.

Y mejor el silencio.

#236

Eran insólitas las muertes por rayos en su pueblo, eran insólitas las muertes.
Debía de hacer muchas cosas aquella mañana. Las festividades de mayo estaban en puerta y en el pueblo se vivían días apresurados. El lo disfrutaba y aborrecía. El sufría de ansiedad.
El trayecto al trabajo se dispuso sin mayores eventualidades que las cotidianas. Un colectivo medio lleno donde se las rebusco para conseguir ese tan ansiado asiento sin necesidad de recurrir a esas técnicas de lectura de personas que creía a ciencia poco cierta haber desarrollado. 
La cafetera de la oficina estaba rota, se le salió el cosito le habían dicho en confidencia. Se preparó un instantáneo y con los primeros sorbos decantaron los cimientos de aquel día. 
Día laboral en números:
Cinco idas al baño. 
Dos commits al repositorio de desarrollo. 
Una tarea cerrada. 
También había cosas imposibles de contar como las veces que abría y cerraba las mismas páginas de diarios, las veces que verifico el precio del Dólar, y las veces que encendió la pantalla de su celular sin motivo alguno, entre otros. 
El sufría de ansiedad. 
Siempre se iba temprano y llegaba tarde, todos los días pensaba en el día que lo iban a retar sus superiores, ese día nunca llegó. 
Otro colectivo a la vuelta y la tormenta que se fue formando durante la siesta fue finalmente protagonista. 
Hay algo intangible que le pasa a esa gente que vive en las noticias - pensó - Se sienten tan lejos de todo envueltos en alguna tragedia de ficción, una ficción falsa. 
Aún así no pudo imaginarse la primera plana del día siguiente. 
Se bajo del colectivo, tomó un pequeño desvío por el parque para comprarle comida a sus gatos, pensó en un beso y un destello ciego lo mató. 

jueves, 8 de febrero de 2018

#235 - Sombras 3 bis

Lo observe

La cadencia de su voz, ilustraba una extensión de lo inmortalizable.
La aplaqueria del humano cobarde y ese relato continuo de Ali Baba y los mil vicios.
Una sonrisa que resume el placer de las cosas vivas y del placard anecdotista, eso justifica el sentido que nuestra razón mamó de patrones estelares y deberes consecuentes.
Era una de esas personas que no quería viajar al norte, era uno de esos prendedores vivientes, de Sikus en la frente y una sed voraz e impaciente por tragarse ese desierto y su Luna. 
Era una maquinaria impoluta, cáncer del horóscopo sensual y su revestida universal de pesuñas mal pintadas.
Era lo que construía ese Sol, que volvía ignorantes, a los hijos de aquellos protestantes de la rabia intelectual.
Era la miel, en el asfalto de un sábado cualquiera, en la belleza transitiva de una noche en la ciudad. Era ese deja vu que vomita y aspira.

Un estado alterado me dictaba que siguiera sus pasos, dando pausas y respiro a la superrealidad absurda de un vapor que estremecía los placeres de los sueños. Era mi única pista.