Desde el blanco y negro de la nada que precede esta patraña surgió a continuación…
Era un cuarto, simplemente un cuarto. Rebuscado entre los casi mil objetos que describían historias, futuros recuerdos y presentes pasados, me encontraba. Siempre supe que había cerca de mil objetos en estas cuatro paredes blancas, entre tamaños, colores y formas cantaban infinitas melodías en un nostálgico pero un tanto romántico Re Menor. Hasta los que ya no estaban, perdidos o destruidos, desde su ausencia me cantaban. De aquellos que menos me avergonzaba, podía repetir su estrofa. Eran manojos de palabras, sensaciones y silencios que reposaban en mi mente, y sólo existían si alguien preguntaba.
Estaba en silencio, jugando con ideas que perdía, escuchando la buena música, matando el tiempo cuando decidí romper con la rutina y pasé a mirar la ciudad. Esta casa tiene una sola ventana, pero no es ninguna ordinaria. Esta ventana fue creada para observar la ciudad desde cualquier lugar… Sus arrogancias e inocencias, sus creencias y desilusiones, sus infiernos y primaveras, sus colores y fracasos, su fiel pobreza e ignorante riqueza, todas las podías ver desde mi querida ventana. Me vino una oración a la cabeza y la supe repetir así: “Alguna gente camina con un espejo retrovisor”.
Nunca me levante de entre mis cosas, nunca encontré aquella ventana. Siempre supe que eran por poco mil objetos.
Era un cuarto, simplemente un cuarto. Rebuscado entre los casi mil objetos que describían historias, futuros recuerdos y presentes pasados, me encontraba. Siempre supe que había cerca de mil objetos en estas cuatro paredes blancas, entre tamaños, colores y formas cantaban infinitas melodías en un nostálgico pero un tanto romántico Re Menor. Hasta los que ya no estaban, perdidos o destruidos, desde su ausencia me cantaban. De aquellos que menos me avergonzaba, podía repetir su estrofa. Eran manojos de palabras, sensaciones y silencios que reposaban en mi mente, y sólo existían si alguien preguntaba.
Estaba en silencio, jugando con ideas que perdía, escuchando la buena música, matando el tiempo cuando decidí romper con la rutina y pasé a mirar la ciudad. Esta casa tiene una sola ventana, pero no es ninguna ordinaria. Esta ventana fue creada para observar la ciudad desde cualquier lugar… Sus arrogancias e inocencias, sus creencias y desilusiones, sus infiernos y primaveras, sus colores y fracasos, su fiel pobreza e ignorante riqueza, todas las podías ver desde mi querida ventana. Me vino una oración a la cabeza y la supe repetir así: “Alguna gente camina con un espejo retrovisor”.
Nunca me levante de entre mis cosas, nunca encontré aquella ventana. Siempre supe que eran por poco mil objetos.