sábado, 17 de abril de 2010

#81

No era más que la horizontalidad inexpresiva del conurbano recorrido, un acabado tan perfecto, sutil e infinito, propio de una multitud construida entre motores y luces de neón. Había algo invierno en ese horizonte de paredes claras y electricidad que se pierde, anegada naturaleza de tantos que abren y cierran.

Era de noche, hacía un tiempo ya. Y algo que me enseño este vivir es la dualidad que nace cuando se presentan la Luna y este cielo tan oscuro. Era volver y salir, rezar o morir en algún delirium tremens de dudosa procedencia, aunque algunas veces no teníamos elección.

Que le iba a hacer, me había enamorado de una vasta naturaleza muerta, era un fantasma más de esta puta ciudad.

#80

Recuerdo una tarde plomisa de abril, y esa cancion cual espejo retrovisor en carretera me iba avisando lo que ya habia pasado desapercibido. Era un mar de emociones esa tarde, era ver morir al verano de la mano de mi abuela clara, que tomaba mate con los pies porq le faltaban las manos. Mas no te asustes, no llegue a la última depresion, pude tomar un clona con vino y colorear con sonidos unas manos para mi pequeña abuelita, y fuimos lisergico-felices, orinando primaveras de mojito malibu y caramelos sugus...

viernes, 9 de abril de 2010

#79

Más que una noche, era un día que terminaba. En la calle la gente que volvía de vaya a saber uno donde, pero siempre volvía y cada vez con mas ganas. Era un momento de tranquilidad entre luces rojas y blancas con esa velocidad tan característica, se sabía que por hoy todo había terminado.

Andaba desconectado, unos auriculares con una radio buena onda me hacían compañía entre tantos que iban y venían. Por un segundo, el viento de una ciudad se aferra al verano, me hizo jurar que todo el mundo esperaba llegar a sus casas y quedar descalzo.

Con un cospel en mano me aleje de donde venía, la música no llegaba a distraerme, pues podía ver muy bien mi alrededor, había quienes pedían desde abajo con discapacidades de culpa repartida, bien nuestra. Pero resistía, no me dejaba sentir, después de todo había crecido en este vasto desierto gris, y sabía que a los oasis los tenemos que inventar.

El colectivo me esperaba vacío, en realidad casi, el recorrido era corto pero sentí como se prolongaba, eran pinceladas que me iban presentando los lugares, tan fugaces que no alcanzaba a devolverles la mirada, aún así algo me dejaban. Nos entendimos, los dos éramos de pocas palabras.

Al fin llegué desde donde me escapaba, y lo pude comprobar, es realmente un gran placer sacarse las zapatillas y estirar los pies, les recomiendo una posición horizontal y algo vacío para descansar.

Saludos y más que saludos buenas noches.