Más que una noche, era un día que terminaba. En la calle la gente que volvía de vaya a saber uno donde, pero siempre volvía y cada vez con mas ganas. Era un momento de tranquilidad entre luces rojas y blancas con esa velocidad tan característica, se sabía que por hoy todo había terminado.
Andaba desconectado, unos auriculares con una radio buena onda me hacían compañía entre tantos que iban y venían. Por un segundo, el viento de una ciudad se aferra al verano, me hizo jurar que todo el mundo esperaba llegar a sus casas y quedar descalzo.
Con un cospel en mano me aleje de donde venía, la música no llegaba a distraerme, pues podía ver muy bien mi alrededor, había quienes pedían desde abajo con discapacidades de culpa repartida, bien nuestra. Pero resistía, no me dejaba sentir, después de todo había crecido en este vasto desierto gris, y sabía que a los oasis los tenemos que inventar.
El colectivo me esperaba vacío, en realidad casi, el recorrido era corto pero sentí como se prolongaba, eran pinceladas que me iban presentando los lugares, tan fugaces que no alcanzaba a devolverles la mirada, aún así algo me dejaban. Nos entendimos, los dos éramos de pocas palabras.
Al fin llegué desde donde me escapaba, y lo pude comprobar, es realmente un gran placer sacarse las zapatillas y estirar los pies, les recomiendo una posición horizontal y algo vacío para descansar.
Saludos y más que saludos buenas noches.