miércoles, 25 de noviembre de 2009

#69

Por la avant-premiere de toda existencia el caminante transitó.


Sumido entre navajas del viento, las indiferentes nubes, el caminante recorrió los cielos. Compartió su camino con inmortales dioses de la memoria imaginaria. Algunos ya tan muertos desde una lápida sonreían, otros al oído le cantaban sus penas, penas de aquella omnipotente soledad predefinida.


El caminante entendió: Allá abajo, en la tierra, la vida se sucedía entre debates, se buscaba explicar esta infinita y tan improvisada existencia. Las ideas iban muriendo a medida que nacían otras, y aquellas descontinuadas quimeras eran arrojadas al aire. El reino de lo cielos, era un reino inventado, de supuestas sabidurías. Era un depósito cada vez más grande y mitológico.


Pero los caminos de los cielos habían de terminar, y nuestro narrado, como todo buen caminante, bajó de un suspiro sin ni siquiera titubear. Se preguntó si algún día el cielo se iba a cansar, si algún día una rábica lluvia de seniles ideas inundaría la tierra, reclamando aquella efímera gloria que tanto recuerdan.


Fascinado por aquel momento, decidió recorrer los tiempos…


Perpetúas avenidas, el caminante forjó.

lunes, 2 de noviembre de 2009

#68

¿Encontraste tu sonido? Su color, esta agónica respuesta.

Ya petrificándose el alma va cayendo hacia la frontera entre el río y la tierra.

Ya cansada de tanto saber sin entender de sentimientos, fue que se volvió piedra.

La música se deshace entre sucesivas fugas, siempre fue así.

Sólo siente el agua escalar su cuerpo en todas direcciones. Sin salida, sin respuesta, es tan sólo una piedra.

Esta es la historia de aquella alma que no pudo con este mundo y decidió un inanimado destino.

#67

Silencios de prioridades, sublime elección será tu camino.


Esconden algo las miradas de la gente en la ciudad del caminante.


El caminante escucha voces entre melodías. Repito sus palabras, repito su nombre, el caminante ignora a esta sombra que narra su destino, gota a gota, segundo a segundo.


Algo sucede, el caminante se detiene. El humo no deja ver, el calor no deja ser, la ciudad un infierno. ¿Qué sucede en el corazón del caminante que siente piedras en sus pies? ¿Será la desilusión, este fatuo calor que no termina?


Desde su prisión da un paso adelante y escupe al fuego con su aliento. Y sigue su ruta, como si se hubiera frenado tan sólo para atarse los cordones, como si no hubiera estado al borde de la muerte.