viernes, 2 de diciembre de 2016

#229

Simulaba que sucumbía.
Simulaba pero caía.

La garganta derramada, en cada bocanada, del corazón al humo.
Entre tantos culos y el tuyo, los televisores nos dan finales para perdices.

Ese sorbo de más que tentó al de mis cuentos, lo obligó al sillón perpetuo. Y allí se quedó, dibujando mandalas sobre su panza, con el pulso del diablo.

Intoxicado de tanto miedo, eligió dormir sobre sus clavos, y sus clavos se peleaban entre ellos sin saberlo.

Pero sabe sonreír cuando elige ignorar el reflejo grasoso del televisor en su frente.
Y opina de los demás, claro que si, es que hay series, deportes, escabio, pajas y putas.

Ese sorbo de más lo llevo a una vida eterna que en unos meses espera que pase.
Mientras su mandíbula le come a bocanadas el corazón y se relaja con un pucho.

domingo, 28 de agosto de 2016

#228

Vivía en un mundo donde a un pueblo lo había elegido Dios.
Presumía a veces la música de su sabor cuando dolía. Me presumía hoy.
Yo, vivo retrato apresurado del famoso entumecido y su cuarto de hotel en trizas.
Yacía junto a un sentimiento feliz, sumergido en la preponderancia de lo abstracto
.
No iba de superar el párrafo anterior, no iba de poder con su máquina de escribir sin tinta y una pluma demasiado virgen.

Es que las carcajadas de Dios tomaron forma y fue de abismo.
Y fue así que los humanos aprendieron del humor: A puras carcajadas del abismo.

lunes, 25 de julio de 2016

#227

Estoy entre dos caminos.

Desde la ausencia que prima en mis miradas a media asta, hasta los sentidos abrumados por la luz y todos los libros que dejé inconclusos. Es el pelágico umbral que con mis dedos deshago cada mañana, relajando los contornos de mil realidades. De mis sueños y sus dueños.
Por un lado lo que conocemos todos, la hiperhumanidad y sus señales de radio, la caja opaca y su sonajero invisible por descarte.
Por el otro ese desierto helado de constelaciones rocosas infundadas, de imperfeciones irreversibles en pintura seca. Las gélidas sombras, minúsculas e inconclusas antologías del lienzo vació, y el génesis de la imaginación y su muy probable y consecuente abismo.
Es que en las grietas de mi mente yace el aliento de la bestia que observa indivisible en los recodos de esa vasta y blanca nada que conforma, hoy, el techo de mi cuarto.
Pero el silbido acoplado del tendón que sujeta el universo acaba, y la realidad lisa, extraña y tan abrumadoramente parecida al desierto invade y acaba el murmuro de los dioses. El Olimpo se apaga, las historias las pierdo en el desayuno, y de mi muro y su blanca discordia para el mediodía ya no queda nada. Pienso en Bradbury y su crónica marciana.

El gato no me deja dormir, en su matutina, rutinaria demanda por divertimentos.  Es momento de despertar a los colosos digitales de nuestra era y preparar alguna colación caliente para el camino hacia la ventana. Admirar, odiar y aceptar nuestro tráfico urbano es cosa de cada día.

lunes, 13 de junio de 2016

#226

Desde Sócrates hasta Virginia Wolf, Voltaire y Walt Whitman, Julio Verne y Oscar Wilde, García Lorca y Truman Capote.
¿Por qué no también Salvador Dalí y Frida Kahlo? Sinead O’Connor y Madonna. Mi querido Freddy Mercury y el eterno David Bowie. Warhol y Christian Dior. Chopin y Tchaikovsky.
No deberíamos de olvidarnos de Gus Van Sant o Ian McKellen.

Keynes y Elton John.
La inspiración de Alan Turing, Almodovar o George Michael.
¿Qué tienen en común?
Que les debemos la humanidad.
Que si odias a la comunidad homosexual estás odiando mucho más de lo que pensas.
Fijate que ropa te ponés, fijate que cuadros admiras, fijate que música escuchas, fijate la computadora que usas. Te repito que les debemos la humanidad.

Alejandro Magno.

Calvin Klein.
Gertrude Stein.
Goethe.
Justin Fashanu Nottingham Forest.

Tu vecino quizás.
Tus hijos tal vez.

miércoles, 18 de mayo de 2016

#225

Un hombre conoce una realidad, un hombre desconoce lo frágil de su realidad hasta que sueña dos sueños. Despierta en el medio porque sí y vuelve a soñar.

Un desierto, un pueblo colapsado al pasado.
Un tren, una vuelta, un hogar debajo de la arena.
Soñé dentro del sueño, una realización: La conexión astral entre mi tía y yo me advertía, eran muertos que parlan volviendo a predicar su propia muerte.
Así comenzó mi segundo día.
Volví al pueblo donde el polvo había dictado su último argumento y nadie supo contradecir aquello con lo que se crió. Había aprendido a ser un monje entre los demás y su amor por los cerdos, había colchones desgarrados de su piel, cubiertos en la mugre de una prisión de extrañas gentilezas. Eran lindos los cerditos y se les daba amor por lindos. Se los comía también.
Otra vuelta, el mismo tren. Un trance me hizo ver en un cielo de ojos cerrados, los cinco estadios de la Luna en perfecta alineación, dibujaban la curva que hace nuestro Sol cada vez que nace y cada vez que muere. Había dioses mayas sin nombre en mi sien.
Así comenzó mi tercer día.
Cuando decidí volver el agua cristalina inundo aquel pueblo y sólo quedaron las ruinas de su templo. Habían pasado incontables ciclos, lo que muchos iban de llamar tiempo.
En un segundo sumergido, al siguiente rescatado en un vehículo. Le contaba lo confuso de mis viajes a su Capitán.
Era un periodo de nostalgia e inundación en el mundo. Un cúmulo de consecuencias de civilizaciones ya perdidas para mí.
Así comenzó mi cuarto día.
Vivía en una fortaleza de hierros, había primos parientes, inundaciones sin fundamento y peligros de alta tensión latente. Era literal la electricidad, era literal su peligro.
Pude recordar las premoniciones y decidí escapar con prisa, había algo que resolver y me asfixiaba no saber qué. Es el divertimiento de los dioses encriptar las profecías, es la ignorancia de los hombres no poder evitarlas.
La ciudad se resumía en un barrio alejado y oscuro, me invadía el temor de no poder llegar al centro, me invadía la inseguridad, y aunque llevaba ropas viejas y era impermeable al cobre tenía temor de ser robado por algún anónimo. Recorrí las calles doblando en las esquinas por instinto, como si supiera lo que hacía.
Pero mi espiral de trascendencias no daba tregua...
Así comenzó mi quinto día.
Desperté en un mundo de neón, desperté durante la última gran guerra.
Eran seres superiores para el reino de los brutos, tenían suficientes garras y gritos para todas las armas del mundo. Los políticos de mi época se escondían cambiando sus rostros, eran espías en plena vista ahogados en un vaso definido por sus dueños.
Dos explosiones acompañaron las trompetas y todas nuestras almas apagaron el incendio.
El nacimiento de la nostalgia ocurrió.
Así comenzó mi sexto día.
Volvía a estar perdido en la ciudad, volvía a buscar desesperado el centro.
La gente trotaba en el barrio y me daba indicaciones sobre como llegar a destino. Eran las mismas calles que ya había recorrido, salvo que las casas estaban vacías y todas sus pertenencias desparramadas al público en un bazar sin moneda alguna.
Rescaté cosas que no necesitaba, cosas que no funcionaban.
Tuve una conversación extraña con un cazador de palomas.
Y así comenzó mi séptimo día.

#224

Soñé que iba a un camping sólo, era de noche y no tenía carpa. Había llevado para hacer asado, había mucho viento, estaba frente al mar y comenzaba a llover.

Encontré reparo bajo un gran árbol y comencé a hacer fuego, por debajo del árbol y por encima de la lluvia.

Era primavera, lo supe por el polen en el viento.

sábado, 12 de marzo de 2016

#223

A la burbuja se vuelve, en ella se escatima toda noción temporal, sobre lo viejo que estas y lo mucho que pasó sin que pasara absolutamente nada.

No hay una idea concreta, no existe patrón alguno que sujete los temblores nocturnos que suponen mis vértigos fantasmas. Sólo queda masticar papel y hablarle a su vientre sobre la sed del hombre.

Sólo queda soñar con tener el suficiente dinero.

sábado, 27 de febrero de 2016

#222

Surrealismo toma dos

El acento en el dos del folcklore nocturno, terca rumba marina que late desde el corazón de la Luna.

Me sirvo en la pausa, te sirvo al pasar.
Mi musa es bien puta y le gusta brillar.
Lleva puesto un vestido de encaje negro, lleno de toda esa gente que se fue bien lejos.
Y nos roba un poco de todos cada vez que la llama su viejo.

¿Qué futuro tenemos los hombres después de tantos siglos a los besos sin poder concretarla?
¿Y qué nos trepa por el bobo cuando nos compadecemos de su viejo?

¿Y de qué tregua me hablás cuando le rezas a la cofradía de almas sedientas?
 Que por culpa de ese Dios pagaron por querer ver más de lo que supieron entender.

Y esa Luna maldita licuada al frappé de repetirnos sin saber porqué.

Vos. ¿Qué verdad incompleta tuviste que decir para verla?
¿Qué te pica que tanto la devorás?

¿Qué nos importa rimar y permanecer con el brazo en alto brindando?
Si la espuma siempre apura y de reojo los vasos transpiran.

martes, 2 de febrero de 2016

#221

No tengo yerba, no tengo off, no tengo laburo.
No me gustan las cortinas y me sobra tanta prisa.
En mi living los boldos me observan, son 9 los boldos.
Es que ya no tengo malestar y debajo de mis sábanas un cielo amarillo no me deja ver azul y las estrellas.
En la calle le tiran a niños y nadie dice nada, no les gusta pero no dicen nada, les parece bien y necesario ese silencio.

¿Y qué te parece ese tal Dios?
Ocupa un buen lugar... Es un ente polimorfico que rara vez escapa de su transparencia y designa nuestros destinos calibrando los grandes imanes del universo.
Algunos le llaman conciencia propia o discernimiento; otros sostienen que es la cuerda de la que se sujetan los mortales al pensar en el vacío que les provocaría su final, el silencio de una mente que no es, ni llega a ser ni siquiera silencio.

Somos reinas y reyes de un mundo que vaga encima de una tortuga a través de un mar de puentes colgantes y su irremediable e infinito laberinto inconcluso.

A mi cocina también le dicen living, allí viven los 9 boldos, sospecho que son parientes todos entre sí. Me observan y debo de cocinar bife de pollo y ensalada fría en calorías. Debo de adelgazar y ser mejor, debo crecer para poder morir siendo mejor.

A mi planta la mató el Sol, ese tipo también la enamoró. Se olvido de beber de tanto depender de él, no hubo que hacer ni a quien reprochar, no hubo testigos ni forenses que pudieran volver atrás. No los hubo jamás.

Humanos y las películas, humanos y su música. ¡Humanos la tragedia por favor!

Mi planta en realidad sobrevivió, esta más vieja y arrugada, y sigue viendo a ese mal amante el Sol.