martes, 2 de febrero de 2016

#221

No tengo yerba, no tengo off, no tengo laburo.
No me gustan las cortinas y me sobra tanta prisa.
En mi living los boldos me observan, son 9 los boldos.
Es que ya no tengo malestar y debajo de mis sábanas un cielo amarillo no me deja ver azul y las estrellas.
En la calle le tiran a niños y nadie dice nada, no les gusta pero no dicen nada, les parece bien y necesario ese silencio.

¿Y qué te parece ese tal Dios?
Ocupa un buen lugar... Es un ente polimorfico que rara vez escapa de su transparencia y designa nuestros destinos calibrando los grandes imanes del universo.
Algunos le llaman conciencia propia o discernimiento; otros sostienen que es la cuerda de la que se sujetan los mortales al pensar en el vacío que les provocaría su final, el silencio de una mente que no es, ni llega a ser ni siquiera silencio.

Somos reinas y reyes de un mundo que vaga encima de una tortuga a través de un mar de puentes colgantes y su irremediable e infinito laberinto inconcluso.

A mi cocina también le dicen living, allí viven los 9 boldos, sospecho que son parientes todos entre sí. Me observan y debo de cocinar bife de pollo y ensalada fría en calorías. Debo de adelgazar y ser mejor, debo crecer para poder morir siendo mejor.

A mi planta la mató el Sol, ese tipo también la enamoró. Se olvido de beber de tanto depender de él, no hubo que hacer ni a quien reprochar, no hubo testigos ni forenses que pudieran volver atrás. No los hubo jamás.

Humanos y las películas, humanos y su música. ¡Humanos la tragedia por favor!

Mi planta en realidad sobrevivió, esta más vieja y arrugada, y sigue viendo a ese mal amante el Sol.

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