miércoles, 28 de noviembre de 2012

#115

Se aproxima la camarera y pide la orden.
A: 'Café negro, por favor'
P: 'Me parece que no vamos a poder organizarnos a tiempo Pelonusa'
A: '¿Vos decís? Mirá que los chicos vienen acomodando las ideas desde hace rato. Parece que realmente saben lo que quieren.'
P: 'Eso es lo que me asusta, particularmente que solo sepan lo que cada uno quiere. Individualmente.'
A: 'No creo, el objetivo siempre fue claro, las intenciones pueden variar pero en sí estaríamos hablando de lo mismo.'
P: 'El condicional te delata bastante.'
A: 'Es que nunca podríamos afirmar con total seguridad. De eso se trata el riesgo.'
P: 'Si, claro pero tiene que haber algún margen razonable.'
Vuelve la camarera con el pedido.
A: 'Gracias, pero te pedí un cortado.'
C: 'Disculpe, enseguida se lo cambio.'
P: '¿Para qué haces eso?'
A: 'Le recuerdo de alguna forma que uno siempre puede estar equivocado, aún dentro de cualquier margen razonable.'
P: 'Pero la chica en realidad no se equivocó.'
A: 'Reconoció un error de su parte, no lo discutió. Eso es lo mismo que haberse equivocado en un principio.'
P: 'Me parece bastante rebuscado.'
A: '¿Qué no lo es?'
P: 'Tal vez pensó que vos te habías equivocado y para ahorrarse la explicación fue y lo cambió directamente.'
A: 'Eso también sería rebuscado.'
P: 'A fin de cuentas podríamos decir que depende más del punto de vista que de otra cosa.'
Se acerca la camarera nuevamente, esta vez con el cortado.
C: 'Aquí tiene señor.'
P: 'Disculpe señorita, sabría usted decirme donde puedo tomar el metro mas cercano hacia el centro.'
C: 'Creería que es a dos cuadras bajando por esta misma calle señor. Pero podría estar equivocándome.'
A: 'Gracias querida, que tengas buen día.'
C:'Igualmente caballeros.'
Se retira.
A: '¡Notable! Uno enseña y el otro te devuelve una enseñanza a cambio.'
P: '¿A qué te referís?'
A: 'Ella te enseño que la gente también se puede equivocar, y eso fue posible gracias a la experiencia del café negro y el cortado.'
P: 'Sigo opinando que es demasiado rebuscado.'
A: 'Vamos se nos hace tarde y los chicos nos esperan.'
P: '¿Y el café Austurio?'
A: 'Me di cuenta que quería negro. Me equivoqué.'

lunes, 26 de noviembre de 2012

#114


Allí la vio, de piernas cruzadas y faldas que sobran, complicada como ninguna en su pequeño ventanal. Ella nunca supo que le escribía, más aún le decía a través del cristal de su copa que algo le veía hacer pero nunca sabía. El señor nunca pudo nombrar aquello que lo detenía... No se animo, la miro a los ojos de reojo y así le recitó a su vino:

Te beso vino, te encuentro tinto. 

Suspiro tu sabor al paisaje de este ventanal de noche y a su demonio circular que plateado baila con la idea de salir a jugar sin importarle el porvenir o el qué dirán.

Me vuelvo a ella y pienso que vaya a saber uno si le canto al vino.

Sobre tus manos en el cristal reposa, y con él un cielo rubí tiñe de recuerdos el momento: Recuerdos de un pueblo con padres, guitarras y madres. Recuerdos de ese niño que las manos de un viejo acompañaba, recuerdos de un árbol, de barros y albahaca.

Me vuelvo a ella y observo sus ojos cuyos acabados de almendra sostenían un mirar firme de atención y cariño, y sus lágrimas que ya se habían acostumbrado al cautiverio volvían a encontrarse en un tenue río de silencioso caudal.

¿Qué rompí?
Me abrazó sin responder y todo desapareció.

lunes, 19 de noviembre de 2012

#113 (El capitán contraataca)

Aún siempre falto de silencios en su inconsciente, supo reponerse del constante temporal de niebla y fiebre que poblaba su presente. Después de todo él debía ser la estrella de ese lugar y sus aspiraciones de vida el motor suficiente. Y así simplemente pecando de haber perdido sus sentidos, una vez más decidió volver a perseguir sus momentos.

“¡Sistemático Facundo! - Silabeó el capitán desde lo más hondo de aquel laberinto de acantilados. Aferrado a las sonrisas fatuas que traía ese viento, sonrisas invertidas y amarillas como ese Sol cuyo nombre llevaba un hogar en su significado, decidió buscarle un final a tanto encierro.

Verán que los delirios del capitán no eran sin causalidad alguna, siendo muy niño supo perderla en un aluvión de preguntas sin respuesta, de callejones sin salida. Era su madre, ese pilar fundacional que sostenía sus manos, manos firmes de palmas al cielo, cuyo hechizo llevaba al Sur los temores de un mundo sin razones pero lleno de prejuicios. Desde ese día el capitán llevó siempre consigo un victimario que lo soltaba y lo volvía a atrapar, el cual colgaba de su cuello y muchas veces lo nombró como su libreto. Así fue como de tal relación surgió una especie de soplo de Estocolmo, aquel sí que era un mal necesario.

“¡O fortuna velut Luna! - Masticó queriendo trepar las paredes de aquella trampa. En otras ocasiones los preparativos habían sido extensos, las travesías eran espontáneas y su piel era la piel del planeta que visitaba, pero un aguijón frío de recuerdos le propinó una caída más allá de las nubes que sostenían sus pies. Invertido como estaba no tuvo tiempo de reaccionar y así fue que decidió abrazar el caos una vez más, la desesperación era su as en la manga. Supo llegar al éxtasis con tan sólo chasquear sus dedos y el frenesí lo encontró subiendo en espiral con su cuerpo salpicado por tantas almas que con un grito comprendió:
“Que la tierra en la que busco caer, sobre la que quiero hacer crecer mi ser, no es más que un mar entreverado de emociones, de compañías imperfectas cuyos hombros siempre están. Tu tierra, tu hogar, es tu gente.

Es una fuerza de gravedad que atrae almas y construye templos, y esa fuerza es tuya. Y eso es lo que le da un significado impronunciable a la inmensidad de este paisaje, con sus luces de noche de ciudad tan hermosa como perdida.”
Y así entre la inmensidad de la galaxia el capitán lo pudo resumir, entendió que todo tenía su principio y su final en una misma sonrisa.

(Te falta un poco de barniz, pero lo dejemos para después!)