“¡Sistemático Facundo! - Silabeó el capitán desde lo más hondo de aquel laberinto de acantilados. Aferrado a las sonrisas fatuas que traía ese viento, sonrisas invertidas y amarillas como ese Sol cuyo nombre llevaba un hogar en su significado, decidió buscarle un final a tanto encierro.
Verán que los delirios del capitán no eran sin causalidad alguna, siendo muy niño supo perderla en un aluvión de preguntas sin respuesta, de callejones sin salida. Era su madre, ese pilar fundacional que sostenía sus manos, manos firmes de palmas al cielo, cuyo hechizo llevaba al Sur los temores de un mundo sin razones pero lleno de prejuicios. Desde ese día el capitán llevó siempre consigo un victimario que lo soltaba y lo volvía a atrapar, el cual colgaba de su cuello y muchas veces lo nombró como su libreto. Así fue como de tal relación surgió una especie de soplo de Estocolmo, aquel sí que era un mal necesario.
“¡O fortuna velut Luna! - Masticó queriendo trepar las paredes de aquella trampa. En otras ocasiones los preparativos habían sido extensos, las travesías eran espontáneas y su piel era la piel del planeta que visitaba, pero un aguijón frío de recuerdos le propinó una caída más allá de las nubes que sostenían sus pies. Invertido como estaba no tuvo tiempo de reaccionar y así fue que decidió abrazar el caos una vez más, la desesperación era su as en la manga. Supo llegar al éxtasis con tan sólo chasquear sus dedos y el frenesí lo encontró subiendo en espiral con su cuerpo salpicado por tantas almas que con un grito comprendió:
“Que la tierra en la que busco caer, sobre la que quiero hacer crecer mi ser, no es más que un mar entreverado de emociones, de compañías imperfectas cuyos hombros siempre están. Tu tierra, tu hogar, es tu gente.
Es una fuerza de gravedad que atrae almas y construye templos, y esa fuerza es tuya. Y eso es lo que le da un significado impronunciable a la inmensidad de este paisaje, con sus luces de noche de ciudad tan hermosa como perdida.”
Y así entre la inmensidad de la galaxia el capitán lo pudo resumir, entendió que todo tenía su principio y su final en una misma sonrisa.(Te falta un poco de barniz, pero lo dejemos para después!)
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