sábado, 17 de abril de 2010

#81

No era más que la horizontalidad inexpresiva del conurbano recorrido, un acabado tan perfecto, sutil e infinito, propio de una multitud construida entre motores y luces de neón. Había algo invierno en ese horizonte de paredes claras y electricidad que se pierde, anegada naturaleza de tantos que abren y cierran.

Era de noche, hacía un tiempo ya. Y algo que me enseño este vivir es la dualidad que nace cuando se presentan la Luna y este cielo tan oscuro. Era volver y salir, rezar o morir en algún delirium tremens de dudosa procedencia, aunque algunas veces no teníamos elección.

Que le iba a hacer, me había enamorado de una vasta naturaleza muerta, era un fantasma más de esta puta ciudad.

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