No era más que la horizontalidad inexpresiva del conurbano recorrido, un acabado tan perfecto, sutil e infinito, propio de una multitud construida entre motores y luces de neón. Había algo invierno en ese horizonte de paredes claras y electricidad que se pierde, anegada naturaleza de tantos que abren y cierran.
Era de noche, hacía un tiempo ya. Y algo que me enseño este vivir es la dualidad que nace cuando se presentan
Que le iba a hacer, me había enamorado de una vasta naturaleza muerta, era un fantasma más de esta puta ciudad.
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