martes, 28 de julio de 2009

#59

Desde el blanco y negro de la nada que precede esta patraña surgió a continuación…

Era un cuarto, simplemente un cuarto. Rebuscado entre los casi mil objetos que describían historias, futuros recuerdos y presentes pasados, me encontraba. Siempre supe que había cerca de mil objetos en estas cuatro paredes blancas, entre tamaños, colores y formas cantaban infinitas melodías en un nostálgico pero un tanto romántico Re Menor. Hasta los que ya no estaban, perdidos o destruidos, desde su ausencia me cantaban. De aquellos que menos me avergonzaba, podía repetir su estrofa. Eran manojos de palabras, sensaciones y silencios que reposaban en mi mente, y sólo existían si alguien preguntaba.
Estaba en silencio, jugando con ideas que perdía, escuchando la buena música, matando el tiempo cuando decidí romper con la rutina y pasé a mirar la ciudad. Esta casa tiene una sola ventana, pero no es ninguna ordinaria. Esta ventana fue creada para observar la ciudad desde cualquier lugar… Sus arrogancias e inocencias, sus creencias y desilusiones, sus infiernos y primaveras, sus colores y fracasos, su fiel pobreza e ignorante riqueza, todas las podías ver desde mi querida ventana. Me vino una oración a la cabeza y la supe repetir así: “Alguna gente camina con un espejo retrovisor”.
Nunca me levante de entre mis cosas, nunca encontré aquella ventana. Siempre supe que eran por poco mil objetos.

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