Eran insólitas las muertes por rayos en su pueblo, eran insólitas las muertes.
Debía de hacer muchas cosas aquella mañana. Las festividades de mayo estaban en puerta y en el pueblo se vivían días apresurados. El lo disfrutaba y aborrecía. El sufría de ansiedad.
El trayecto al trabajo se dispuso sin mayores eventualidades que las cotidianas. Un colectivo medio lleno donde se las rebusco para conseguir ese tan ansiado asiento sin necesidad de recurrir a esas técnicas de lectura de personas que creía a ciencia poco cierta haber desarrollado.
La cafetera de la oficina estaba rota, se le salió el cosito le habían dicho en confidencia. Se preparó un instantáneo y con los primeros sorbos decantaron los cimientos de aquel día.
Día laboral en números:
Cinco idas al baño.
Dos commits al repositorio de desarrollo.
Una tarea cerrada.
También había cosas imposibles de contar como las veces que abría y cerraba las mismas páginas de diarios, las veces que verifico el precio del Dólar, y las veces que encendió la pantalla de su celular sin motivo alguno, entre otros.
El sufría de ansiedad.
Siempre se iba temprano y llegaba tarde, todos los días pensaba en el día que lo iban a retar sus superiores, ese día nunca llegó.
Otro colectivo a la vuelta y la tormenta que se fue formando durante la siesta fue finalmente protagonista.
Hay algo intangible que le pasa a esa gente que vive en las noticias - pensó - Se sienten tan lejos de todo envueltos en alguna tragedia de ficción, una ficción falsa.
Aún así no pudo imaginarse la primera plana del día siguiente.
Se bajo del colectivo, tomó un pequeño desvío por el parque para comprarle comida a sus gatos, pensó en un beso y un destello ciego lo mató.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario