5 soles se llamaba la panadería sobre cuya vereda escupí por primera vez, era muy pequeño y había aprendido, de los que se dejaban ver, que hay ciertas cosas que uno tiene que hacer, sin motivo y esperando cualquier efecto. Escupir estaba mal, lo sé, pero eso también es parte de aprender. Si viviéramos correctos en conjunto, seríamos una sociedad de imbéciles viscerales. Como tu mamá y su papá, si imbéciles viscerales todos.
En fin, como todo lo que hace un niño, trataba de llamar la atención de esa bella mujer que atendía el lugar, creo que se llamaba Margarita o 'un cuarto de criollos de hojaldre por favor', no me importaba... Hay cosas que trascienden hasta su propio nombre. Ignoraba inocentemente mi conciencia del fracaso inminente, mi estrategia servía para entretener y rara vez tenía que ver con el éxito, no me importaba que así fuera.
Por fines meramente prácticos, decidí llamarla 'un cuarto, Margarita':
¿Un cuarto de qué? - Replicó.
De lo que quieras Un cuarto, Margarita. - Dije sosteniendo mi estupidez y sonrió.
Me dio criollos de hojaldre, no podía haber sido casualidad, o quizás habrá tenido que ver con el hecho de que esa variedad era la más cara, uno tiene que abstraerse de ciertas cosas pero nunca olvidarse que la ingenuidad propia es negocio del otro. Triste lo sé, aunque no estoy seguro si a estas alturas lo creo, pero uno tiene que escribir lo que tiene que escribir.
Adiós Un cuarto, Margarita. - Finalicé.
Asintió en silencio y le escupí la vereda, me puteó, sonreí y pensé 'Me ama, no lo sabe aún pero me ama.'
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