Antes escribía sobre praderas, montañas y ríos, sobre una dulce brisa de humedad que alimentaba el alma con optimismo y paz, anhelando vivir en el misticismo de lo inexplicable, siembre bajo un cielo nublado y un presente templado.
Luego escribí para aquellos huérfanos de amor, aquellos sumidos en un delirium tremens de necesidad, no inventaba más que finales felices y no era otra cosa mas que mi necesidad de recitarlos al espejo, eran placebos que funcionaban como diques agrietados conteniendo el flujo de la realidad y era ese tenue cause artificial, mi día a día, el motor.
Un día todo rebalsó, tuve mi final y no fue feliz, pero entendí que nunca lo son hasta que uno acepta que las palabras que nos enseñaron de niños están mal hechas, no responden al mundo. ¿Y el resto? ¿Fue feliz? Si y no, no lo se. Simplemente fue, de la misma forma que nací y moriré, simplemente haciéndolo.
Y escribí, siempre escribí. No se a qué vine a este mundo y escribo que no lo sé, no se quien sos ni qué me abruma de las estrellas cuando trato de entenderlas pero lo escribo, escribo todo esperando guardarlo en algún lugar de este universo para que alguien alguna vez lo entienda y, si puede y no tiene apuro, me lo explique.
Anhedónico escribí durante mucho tiempo, sin llegar a ningún lugar. Se que hay gente que puede narrar increíbles y extensas historias con una coherencia admirable y los envidio, mi mente solamente responde a estos caóticos sentimientos y no puedo hacer otra cosa mas que escribir sobre ellos. Y si, si no siento nada, no puedo realmente escribir.
¿Y ahora? No lo sé. Tampoco sé en que momento llegue a este renglón pero lo escribo. Y no voy a llegar más lejos.
Forget the plans, forget the manners, forget everything till dawn...
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