¿Cuál es el tipo que querés y por qué?
Repartido por todo el territorio de mi país, un ritual parece ser el denominador común. Es que al asar la carne, los leños y las llamas nos enseñan del amor. Si, los leños y las llamas, el amor como mejor lo he visto definido:
Los dos se necesitan, eso está claro. La llama no sería llama, sino una triste chispa que muere con el viento y el leño estaría sepultado sin el propósito del cambio, arraigado a su tierra y condenado a soñar los sueños del virgen por toda la eternidad.
Los dos dejan de ser lo que eran, se consumen en la transformación. Como cuando requiebran de placer los leños al encontrarse envueltos en llamas. ¿No será así con los cuerpos en el sexo? Explosiones de éxtasis y tenues jadeos del fuego que van limpiando toda calma hasta encontrar una vez más silencio.
Y te preguntarás qué sucede al final, qué nos deja si no polvo. Quiero creer que nos deja calor, un recuerdo y una demostración de cómo gira el mundo, una evidencia de nuestro propio movimiento interno. Es una milésima de segundo que se estira sobre toda la existencia y revindica su lugar en los telares del destino, es la naturaleza en pleno ejercicio de la docencia.
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