viernes, 26 de diciembre de 2008

Comencemos #1

Salí de los cuatro escudos blancos. Más nunca me canso de las letras de mi pared, de los monitores ni de los ojos protectores de mis muertos en la nuca. La ropa no me importa, siempre fui un desastre.
La calle era Luna y nada más, una llovizna como cortina de luz plateada se dejaba caer. Era tan suave que no parecía tocar ni al más despistado. Ya es muy tarde para que vuelva el Sol. La noche está pasada de vueltas. En la esquina los chicos fuman luciérnagas naranjas y amarillas que parecen volar en círculos hasta morir. La piel de la ciudad está repleta de sus cadáveres.
Al cruzar la calle atravesé el feliz y confundido humo de la adolescencia dejando atrás aquellos corazones rotos y pulmones llenos. Antes de lo casual, caminando hacia el bar me la encontré.

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